A Guerra dos Tronos
La situación en Brasil es realmente preocupante. En las últimas horas, el parlamento brasileño voto en favor al impeachment (juicio político) a Dilma Rouseff. Si bien falta la confirmación del Senado de aquel país, la situación parece seguir su curso. Como consecuencia de esto, Dilma deberá dejar su cargo hasta que se resuelva su situación. Pero la gravedad no es solamente por la remoción de la jefa de estado, el panorama es más complejo y necesita de una capacidad de comprensión más elevada. El conflicto no es entre izquierdas y derechas, es una disputa intraelite y un “¡sálvese quien pueda!”.
El origen del conflicto es la clave para entender lo que sigue. Los casos de corrupción en torno a coimas entre Lula da Silva y la más alta burguesía brasilera ligada al petróleo, desata un conflicto que termina arrastrando a la mismísima presidenta, que es acusada de “maquillaje fiscal” además del escándalo mediático al ser descubierta en escuchas ofreciéndole al ex mandatario asilo político en un ministerio para obtener fueros que hagan más denso el proceso judicial. La corrupción en el gobierno el PT es clara, innegable e insoslayable.
Del otro lado aparecen los defensores de la moral, políticos y empresarios asociados a la alta burguesía brasilera que no es más que la pata empresarial del delito. Toda el ala de “derecha”, si se pudiera hacer tal distinción entre unos y otros, es la que condena y pide el juicio político a la presidente.
Ante este panorama, tenemos dos supuestas facciones enfrentadas que se enriquecieron juntas en más de 12 años de gestión petista. Las preguntan que surgen es si esto es un golpe de estado, si es condenable lo que sucede en Brasil y si debemos estar del lado el PT inmoral y corrupto o de la derecha moral e igualmente corrupta. Las respuestas son muy sencillas aunque parezcan ser de gran envergadura.
Posicionándonos primeramente en nuestro lugar social, es decir, intelectuales, docentes, médicos, enfermeros, estudiantes, peones, arquitectos, ingenieros, mecánicos, meseros, empleados públicos, en definitiva obreros y trabajadores; el juicio político es una arma legal dentro de la legalidad burguesa, pocas veces aplicada porque en definitiva, el régimen es burgués y pocas ventajas se pueden sacar desestabilizando un gobierno y sumiendo al país en un caos institucional que debilita el comercio y las finanzas. En fin, la remoción de un gobernante por su incumplimiento o mal desempeño no es una mala praxis per se, sino todo lo contrario, debería ser una exigencia del pueblo más común y asidua en casos como estos. Ahora bien, las camarillas que se acusan de un lado y del otro son partes del mismo juego y la misma trama de corrupción. El sistema político imperante está podrido en sus entrañas, políticos y empresarios incumplen la ley, lo cual se conforma como la matriz de desarrollo. El juego de tronos se da entre dos facciones corruptas, la pata estatal y la pata empresarial.
Entonces, cuál es el lugar de los trabajadores en esta realidad, dónde pueden encajar, deben apoyar a unos o a otros, deben pedir impeachment o “bancar” a Dilma. La respuesta es ¡A ninguno de los dos! Los trabajadores deben forjar en esta crisis su propio camino, arrebatar de las manos de toda esta corruptela el poder de decidir sus propios destinos, de terminar con los negociados, de imponer la democracia directa, de organizarse, de poder remover a aquellos que incumplan con sus deberes de funcionarios públicos y terminar con el empresariado parasitario que vive de la “teta del estado”.
La situación adquiere relevancia en la Argentina, donde macristas y kirchneristas se acusan mutuamente de corruptos, donde los Lázaro y los Caputo son moneda corriente. Donde las cuentas en Panamá y la ruta del dinero K terminan siempre llenando los mismos bolsillos. La situación es totalmente comparable y similar. Ya pasamos más de 40 años de golpes a nuestra memoria histórica como trabajadores, de usurpaciones, de desinformaciones, de mantenernos en la ignorancia, de represiones, de olvido constante de la conciencia de clase adquirida y desarrollada en los años `70.
El mundo se estremece ante la corrupción, es hora de avanzar por nuestro propio camino, libre de parásitos empresariales que toman nuestro trabajo y lo guardan en escondites fiscales. Es ahora pueblo, el momento de despertar.
Pablo Javier Coronel